“La Eucaristía es la fuente y la cumbre de la vida cristiana” (Lumen Gentium 11). En la última cena, Jesús compartiendo con sus apóstoles tomó el pan y luego el vino y diciendo las palabras, que también el sacerdote usa hoy para consagrar el vino y el pan, les compartió su amor y se quedó con ellos hasta el fin de los tiempos en este sacramento de la caridad. Por eso, cuando la Iglesia proclama que la Eucaristía es la fuente y cumbre de la vida cristiana, está anunciando que la Eucaristía es el modelo de entrega que los cristianos deben de tener los unos a los otros. En otras palabras, la Iglesia nos invita a vivir en una “Coherencia Eucarística,” en la cual no solo proclamamos lo que creemos, sino que también debemos vivir lo que comulgamos en la Eucaristía, en donde se nos da el mismo Cristo hijo de Dios vivo, quien nos ha amado tanto que ha decidido permanecer con nosotros en las especies del pan y del vino.
El amor de Dios es tan grande que a través de la sagrada Eucaristía Él nos da el regalo de compartir el Sagrado misterio del Cuerpo y la Sangre de Jesús, como una forma de empezar desde ahora mismo a vivir el gozo de estar en plena Comunión con Él y en Él. San Nicolás Cabasilas afirmó: “En la Eucaristía Dios mismo se une a nosotros de la manera más perfecta, Él vive en nosotros.” Allí estamos en comunión con la Santísima Trinidad, que será lo que experimentaremos para siempre en la vida eterna. Al recibir la sagrada Eucaristía entramos en una Comunión que tiene dos dimensiones: una dimensión vertical en la cual entramos en comunión Trinitaria, pero también una dimensión horizontal en la cual entramos en comunión con nuestros hermanos.
Todo lo que recibimos en el transcurso de nuestra vida es un regalo inmerecido de nuestro Dios quien es benévolo y generoso, y si todo es un regalo, lo mínimo que podemos hacer al ser sus hijos amados es dedicar un buen tiempo a la semana para participar en la Santa Misa y así alabar y dar gracias a Dios. En realidad, una vez a la semana no es suficiente. Cada día debe ser un día de acción de gracias. Dios ha sido, es y será tan bueno con nosotros. Él nos ha estado bendiciendo, glorifiquemos al Señor a través de nuestras vidas.
La Presencia Real de Nuestro Señor Jesucristo está en el corazón de nuestra fe católica y es, ciertamente, uno de los misterios más importantes para la Iglesia Católica, porque implica creer en una Persona, creer en alguien y no algo, creer en un Dios Vivo y Verdadero. De acuerdo al documento “La Presencia Real de Jesucristo en el sacramento de la Eucaristía — Preguntas básica y respuestas” de la Conferencia Episcopal de Obispos americanos, desde tiempos inmemoriales la Iglesia ha sostenido que Jesús está realmente presente en el sacramento de la Eucaristía (19). Este sacramento es la “fuente y cumbre de toda la vida cristiana” (LG 11, CIC 1324), donde se recibe el Cuerpo, la Sangre, el Alma y Divinidad de Jesús.
T odo sacrificio es un acto de amor. Nos sacrificamos por quien queremos. Los sacrificios son parte de nuestra identidad cristiana. El ser humano desde sus orígenes ofrecía sacrificios como un signo de agradecimiento, reparación, pedir protección, etc. Todos los sacrificios del Antiguo Testamento prefiguran y tienen cumplimiento en el sacrificio perfecto, Jesús, Quién por amor a nosotros se ofreció como sacrificio al Padre.